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                                               PASES MÁGICOS  


  Los pases mágicos que surgieron a la luz a través del trabajo de investigación del antropólogo Carlos Castaneda, se originaron varios milenios atrás en un vasto territorio cuyo epicentro estaba en lo que es hoy la República de México. Son prácticas que vislumbraron antiguos chamanes y eran parte fundamental de sus vidas y propósitos. Su interés básico era lograr mayor vitalidad, ampliar la lucidez y el rango de percepción, y establecer un grado de relación más íntimo con la naturaleza. A fin de lograr estos propósitos se establecieron gran cantidad de prácticas físicas y conductuales, pero el centro de recarga de todas ellas siempre estuvo en los pases mágicos, pues ellos proporcionaban el aumento de energía y bienestar necesarios para sostener dichas prácticas.
  Dos concepciones fundamentales tenían aquellos chamanes. La primera era la concepción del ser humano como un ente dual, conformado por dos cuerpos, un cuerpo físico y otro energético de naturaleza más sutil, que en momentos podían estar muy separados y en otros completamente unidos. La segunda y básica concepción que tenían, era la del ser humano como un organismo que estaba siendo predatorizado por otras entidades inteligentes, situación que dejaba al ser humano en un escaso grado de vitalidad y conciencia, impidiéndole precisamente advertir lo mencionado como primera concepción. Estas dos concepciones eran la base sobre la que se edificaba el sentido de vida para aquellos chamanes: la necesidad de adquirir más vitalidad y libertad a través de la toma de conciencia de la esencia dual del ser humano, y la necesidad de superar un estado de esclavitud.
  La toma de conciencia de la dualidad fundamental, constituía para aquellos chamanes el aspecto que ponía en marcha el deseo de reunificarse, de volver a contactarse con el doble energético o yo cuántico. Concebían que la unidad fundamental entre los aspectos físico y etérico del ser humano se había perdido a partir de un momento de la evolución en que la humanidad sucumbió a entidades predadoras. Superar este aspecto pasó a ser clave, y volver a contactar con el cuerpo energético fue el mayor afán de sus vidas. La reunificación implicaba la recuperación de poderes perdidos, el hallazgo del verdadero destino y genuino ser individual, y un aumento del conocimiento de la naturaleza y el cosmos.



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              LA IDENTIDAD NO ESTÁ EN LA RACIONALIDAD


   Occidente ha transmitido fundamentalmente la idea que la búsqueda de sí mismo se realiza en el ámbito de la razón. Allí estaría la posibilidad de encontrar el saber y la certeza expresable finalmente en palabras. Mi identidad estaría en el centro de mi razón, y allí, apretujando y revolviendo asiduamente la sintaxis, surgiría la clara definición de quién soy y mi relación con el mundo sostenido en opiniones personales, ayudado este proceder por un trabajo de introspección y discernimiento realizado en el alma, algo que estaría ubicado alrededor del centro del pecho. Así filosofía y religión, grosso modo, se darían la mano en la búsqueda del ser. Este esquema es predominante en la cultura occidental eurocentrista desde hace milenios, un esquema básico constitutivo al que nos vemos obligados a recurrir, aunque no es el más profundo al que podamos apelar, porque es operado siempre desde la mentalidad y deja atrás enormes porciones del cuerpo.
Occidente en su raíz, Europa, nunca consideró el misterio del cuerpo y se focalizó netamente en ejercitar la magia de la razón. Nunca el cuerpo fue considerado como aportador de conocimiento, sino, en el mejor de los casos, como algo que debía mantenerse en la mejor forma posible para hacer más efectivo el razonar. Allí fue cifrada toda la expectativa. Esto se aprecia claramente desde los albores y todo el desarrollo de la cultura filosófica griega, donde todo está dirigido a la punta de la pirámide, la razón, y no existe la referencia a algún tipo de actividad corporal o uso de los sentidos que pudiera afectar el filosofar, el discurrir de la racionalidad. Es sencillo, no había tradición que indicase lo contrario, no había experiencia previa de referencia.
El caso es distinto en otras vertientes culturales, como las orientales o chamánicas de distintas latitudes, donde el cuerpo es considerado como una totalidad a despertar y desarrollar, y donde existe una sólida tradición acuñada respecto de las posibilidades latentes que contiene el organismo humano. Por ello sus filosofías y creencias son extensas en particularidades referentes al cuerpo y sus instancias potenciales. Estas prácticas corporales y senso-perceptivas alteran el discurrir de la reflexión y el pensar haciendo que el registro del sí-mismo se extienda a franjas de sensibilidad y apreciación emocional imposibles de alcanzar por el ejercicio del sólo razonar. Franjas o estados de ser que dejan marcas profundas en el sentir y que conmueven los marcos reflexivos sintácticos habituales e inauguran zonas referenciales insoslayables en la consideración de la integridad.

La razón es una zona en el ser humano, que se limita a sí misma al conducirse de manera autocéntrica, siendo que puede desarrollarse más integra y felizmente al ser conmovida por experiencias que provienen de los recursos totales del cuerpo, recursos que ancestralmente florecieron en matrices culturales de las que se originaron yoghis y chamanes. El darse cuenta tiene sus revelaciones y el cuerpo entero tiene su memoria y su identidad. El despertar y hacer circular energías del cuerpo, amplia la apreciación psíquica de sí mismo y del entorno. La razón es fija; no ella misma, sino el envase que la contiene, el cuerpo. Éste está limitado actualmente a un campo de experiencias, y éstas moldean a la razón de determinada manera. Si las experiencias cambian, el ejercicio de la racionalidad se amplia. El cuerpo es percepción y experiencia. La intromisión de novedades abre una nueva reflexión, una brecha de asombro y curiosidad en la razón.




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                                                           AIKIDO AL EGO



Hay artes marciales, de aquellas las que se practican solamente con el cuerpo, sin ningún tipo de armamento, que no oponen resistencia a los golpes, sino que los evitan o reconducen hacia otro lado; son especialmente el Aikido, el Tai Chi Chuan y Win Chun. Si bien estas artes poseen los medios para ser letales con los oponentes empecinados, buscan en todos los procedimientos técnicos de convencer al otro que no le conviene atacarlo a uno. Por eso estas artes están dirigidas a que el atacante no encuentre un contendiente, sino que sienta en definitiva que lucha contra el aire o el agua. De la misma manera, en las normas de conducta del camino del guerrero espiritual, existe el propósito de ser invulnerable a todo tipo de trato sintáctico agresivo, ofensivo, despreciativo, que se haga sobre uno mismo. Este procedimiento es para independizarse de las subidas y bajadas de ánimo que tiene el mundo externo, para no ser objeto de distracciones del propósito personal, proteger la libertad propia, y especialmente no caer en la miseria y debilidad ególatra individual.
Nuestro mundo hace que la afectación y susceptibilidad sean tomadas inclusive como virtudes del ser sensible y como necesarias para defenderse a sí mismo y “ser uno mismo”. Nada más alejado de la verdad y de la efectividad. Cuanto más susceptibles somos a lo externo, más nos alejamos de nuestra integridad. La capacidad reactiva de la mente, imbricada con el campo emocional, es muy alta, y es producto de la baja  energética general del humano de hoy y de una falta de educación profunda en el arte de ser solar.
Los guerreros del ser solar, se cuidan de reaccionar, porque saben que al hacerlo se ponen un límite y dificultan el acceso a comprensiones más profundas del mundo y de sí mismos. Sólo bajo actuaciones teatrales o en una aguda observación de sí, el guerrero de la luz se permite una reacción ególatra, quejosa, demandante, caprichosa. En sentido corriente, elige siempre la comprensión a la reacción.


A un guerrero espiritual, sea practicante de las artes marciales antes mencionadas, o practicante del ser solar, no lo hallarás como contendiente, sencillamente porque no está, no existe como tú lo piensas frente a ti, se ha desvanecido, se ha retirado hacia la contemplación y el entendimiento, y a la realización de su propia tarea.